noviembre 11, 2012

Yo soy machista




No creo en la igualdad de los sexos. Los hombres y las mujeres no somos iguales. Un macho es un macho, una hembra es una hembra. Es así en la naturaleza. Es así.

Las feministas cometieron un error histórico al no reivindicar el valor económico del trabajo doméstico. O cuando salieron a ganar plata han debido dejar a papá en la casa. Al salir así, aliviaron a los hombres de la única responsabilidad que habían asumido plenamente: traer el dinero a casa.

Y los despojamos de su majestad.

A cambio, lo que al principio fue una reivindicación y una opción, terminó convirtiéndose en otra obligación. Ahora las mujeres tienen dos trabajos: uno en el mercado laboral –siempre subpagado– y el mismo que tenían antes, todavía sin salario.

Cumplir una jornada laboral por fuera de la casa y educar a los hijos al mismo tiempo, no se puede. Algo nos queda mal. Esto causa sentimientos de culpabilidad, un cansancio infinito, un estrés descomunal, frustración total.


Cuando uno se da el lujo de reproducirse debe estar dispuesto a dedicarle a los hijos el tiempo necesario para su educación: son los seis primeros años, jornada y media, todos los días, sin domingos ni festivos, cada hijo. El tiempo me enseñó que nadie, nadie, puede reemplazarlo a uno –papá o mamá– en esa labor.

Los hombres y las mujeres tenemos diferentes necesidades, diferentes aspiraciones, diferentes instintos. El instinto del macho es el de reproducción; el de la hembra, el maternal. Cuando un macho ve una hembra a su gusto, la quiere montar para reproducir sus genes; a la hembra el olfato le indica si ese macho le va a hacer hijos saludables.


El machismo y las constituciones que lo legitiman, nos vienen de Europa. A nosotras en ese sentido nos ha ido mejor que a las europeas, aunque no lo crean. Es gracias –una vez más– al indiecito que llevamos dentro, ya que nuestros ancestros aborígenes eran esencialmente organizaciones matriarcales. El machismo latino tiene más relación con la condición natural de macho: él es el fuerte, el cazador, el proveedor, el protector. Y las mujeres les dejamos creer que es cierto, pero los llevamos de la nariz.

Ser macho y comportarse como tal no es malo en sí, como no lo es, ser hembra. Lo malo es ser un macho guache, irresponsable y misógino. Si bien es cierto que hay mucho imbécil, violento y bruto, también lo es que no lo son la mayoría de nuestros hombres.

Pero como los europeos también nos dejaron el 'complejo del indio' pasamos el tiempo tratando de imitarlos, sobre todo en lo malo. La guerra de los sexos en Europa es una verdadera. Y tal vez necesaria. Ellas han tenido que hacerse matar, literalmente, en la reivindicación de sus derechos.
No así aquí. Las mujeres latinoamericanas nos hemos demorado en esta tarea, esencialmente porque políticamente delegamos las decisiones que nos corresponden en los hombres, porque los hemos educado irresponsables, porque nosotras mismas no estamos convencidas de la bondad de ciertas opciones (ej: el aborto). La historia ha demostrado que, cuando tenemos clara nuestra elección, obtenemos lo que queremos.

El efecto viciado del feminismo europeo son muchas mujeres estériles, frustradas. También madres fatigadas, solas con sus hijos. Y, sobre todo, niños abandonados que pierden la esperanza y se suicidan a edad cada vez más temprana. Si Noruega estuviera tan bien, tendría otra tasa de suicidio.

Pelear con los viejos machistas es inútil, ya qué. El feminismo debe educar es a las mujeres. No debería ser la 'igualdad' la aspiración sino la EQUIDAD la exigencia. De eso todavía estamos muy lejos, pero no es culpa de los hombres sino de nosotras mismas.




4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con lo que decís de la forma de tratar a los niños, pero totalmente en desacuerdo con lo que decís del feminismo. creo que el problema del feminismo es haberse quedado cortico frente a las obligaciones de los hombres.
    Pero, ¿sabés qué? No creo que sea un problema del feminismo, sino de hombres que son conchudos, malas personas y poco generosos y de mujeres agüevadas.
    Yo no tengo hijos, pero hablo desde lo que veo en mi casa. Mi papá limpia baños, lava platos, trapea, se sienta con María a hacer tareas, le lee cuentos por la noche, le habla con seriedad cuando hay que regañarla, la lleva a Divercity, al parque. Trabajó toda la vida (ahora esta jubilado por incapacidad porque tiene cáncer). Mi mamá también trabaja, hace cosas en la casa y ayuda a cuidar a María. Entre ellos todo es muy equitativo y no es porque sean feministas, son muy godos los dos, sino porque son un equipo, se quieren y se respetan. Dejar que el otro haga trabajo que le tocaría hacer a uno es un irrespeto.

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    1. Ah, y mi papá sigue trabajando, pero como profesor de cátedra y con proyectos como freelance.

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    2. Anónimo14.11.12

      probando

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